Teología de la Neoliberación
Alejandro Gómez Arias
Habría que investigar en principio, metódicamente, a qué
conexiones con el mito ha accedido el dinero en el curso de la historia,
hasta que pudo apropiarse de tantos elementos míticos [...]
como para constituir el propio mito.1
Walter Benjamin
Culto al dinero
En su breve pero sustancial texto El capitalismo como Religión Benjamin señala que el capitalismo ha adquirido todos los rasgos y la estructura para ser entendido como la religión más insaciable hasta entonces conocida, dado que “el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos a los que antaño solían dar una respuesta las llamadas religiones”.2
En el texto se localizan tres rasgos reconocibles de esta estructura religiosa del capitalismo. El primero es el culto, “todo tiene significado sólo de manera inmediata con relación al culto”3, es el ouróboros que no para de fagocitarse.
Si el capitalismo ha tomado tantos elementos míticos al punto de convertirse en el mito propio, se tratará aquí de develar una narrativa, llevar a plena luz sus conexiones con antiguos cultos mitológicos que se perpetran a lo largo de la historia en transformaciones sutiles, pero sobre todo se trata de localizar las estructuras que las posibilitan.
El orden económico y el dinero son la reconstrucción material e inmaterial del antiguo mundo de lo sacro que ha llegado a instaurarse como teología, y como tal, cataloga y posibilita la forma de comportamiento de sus nuevos “templos” –los bancos, las reservas y los mercados financieros-. La ilusión religiosa, consiste en la incansable fe que se deposita en el crecimiento económico y en el progreso, que son los principales dogmas de la religión capitalista.
Capitalismo y religión
Una de las referencias clásicas sobre las implicaciones de la religión en el capitalismo es Max Weber, en particular su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Weber escribe:
“El orden económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como un edificio prácticamente irreformable, en el que ha de vivir, y al que impone las normas de su comportamiento económico, en cuanto se halla implicado en la trama de la economía”.4
Anterior a Webber, el economista Alfred Marshall considerado uno de los más influyentes economistas del siglo XIX ya había escrito sobre la conexión profunda entre los conceptos de economía y religión: “Los móviles religiosos son más intensos que los económicos, pero su acción directa rara vez se extiende sobre una parte tan grande de la existencia […]”.5
El planteamiento es correcto: la religión durante siglos había movilizado fuerzas e imaginación humanas, posibilitando lo que podemos llamar una progresiva disolución entre economía y religión, las cuales ya se encontraban entrecruzando sus límites. Marshall no conocía hasta qué punto esa intuición tendría preeminencia y efectos en el desarrollo del capitalismo en el siglo XX y lo que va del nuestro.
El cristianismo, por más de dos mil años, construyó una gran parte de su enseñanza sobre terminología económica utilizando un contexto sociohistórico. Esta larga historia prefiguró lo que Webber denominó “el espíritu del capitalismo”, la serie de elementos axiológicos que en Occidente han determinado la dirección tomada por la economía capitalista. Y esto es relevante comentarlo, dado que la imaginación por medio de las narrativas estructuran y dan sentido a nuestra existencia. A través de lentas modificaciones terminológicas, la nueva teología había encontrado los imaginarios y la narrativa donde desplegar abiertamente sus mandamientos en la vida cotidiana y la persecución del sentido económico, nunca más habrían de estar separadas. En la santidad del trabajo o en la administración metodista de la riqueza, por mencionar dos elementos, interés económico y principio moral coinciden explícita y legítimamente.
El “crecimiento económico” es hasta hoy el tipo de narrativa predilecta de los economistas y políticos. El economista estadounidense Robert H. Nelson asegura que el progreso dirigido por “La eficiencia económica ha sido la mayor fuente de legitimidad social en los Estados Unidos durante el siglo pasado –qué coincidencias encontramos en la realidad nacional, digamos la regiomontana–, y los economistas han sido el sacerdocio que ha defendido este valor social como núcleo de nuestra era”.6
Es posible afirmar que, como la religión más difundida y predominante en la civilización occidental, el cristianismo, ha tenido una enorme influencia en la formación de la economía moderna tal y como la conocemos, en el desarrollo y sofisticación del pensamiento capitalista, es decir en sus entrañas mismas. Es casi imposible imaginar nuestra economía de libre mercado sin el cristianismo, del mismo modo que actualmente nos resulta casi imposible imaginar nuestra realidad en una narrativa distinta al capitalismo.7
A través de su crítica, Weber llamaba a hacer una exhaustiva búsqueda en los ideales del capitalismo moderno, para lo cual no deberíamos “de ir a buscarlo en su (supuesto) amor al mundo más o menos materialista (o , al menos antiascético), sino más bien en sus rasgos puramente religiosos”8. Yendo más allá y estirando la hipótesis webberiana hasta sus límites en relación al capitalismo contemporáneo, podríamos decir que el cristianismo reformado no propició el ascenso del capitalismo en sí, sino que se transformó en el capitalismo mismo, o dicho en otras palabras, que el capitalismo es una religión transformada.
Teología de la Neoliberación
Los economistas no han sido lo bastante honestos como para plantear que la economía figura cada vez más como una teología y el capitalismo neoliberal como una religión, y es de resaltar que contrasta radicalmente con lo que la economía misma proclama ser.
Volviendo a Benjamin, educado en tradición judía, era consciente de la ambivalencia de la palabra culpa, lo cual queda claro al utilizar la palabra alemana schuld para denominar dicho concepto: “El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un culto que no expía la culpa, sino que la engendra”9. Y observa el traductor que el término utilizado por Benjamin es verschuldend, donde Schuld10 puede traducirse por culpa y deuda, porque en realidad significa ambas cosas. “Cuando en la oración […] se habla de culpa, el sentido de la deuda pecuniaria sigue gravitando en el término Schuld”. De allí la profunda relación que, para Benjamin, existe entre los conceptos pecado/deuda/culpa.
Podemos entender la deuda como un pecado que genera culpa (más deuda) y reclama sacrificio, en una dinámica que va de lo estrictamente económico a la interiorización subjetiva. Aunque en este culto capitalista despiadado el chivo expiatorio es suplido por el tiempo de vida humana. En la trama de la deuda actual, el pago no se salda con un acto, sino que se incrementa y prolonga hasta la muerte.11
De nuevo, el espectacular culto al culto mismo. Hemos revisado la cercanía entre los conceptos de deuda y pecado en Benjamin, y cómo se reafirman estas analogías en su dimensión financiera, puesto que las deudas —entendidas como pecados— en la economía contemporánea son imposibles de pagar, sin embargo ello no impide que se universalicen por medio de impuestos o rescates bancarios y financieros implementados por los Estados.
Los conceptos de crédito y confianza han sido tema de discusión de los economistas más renombrados del siglo XX como Keynes, que incluso retoma nociones metafísicas que vinculan lo natural con lo moral, el hecho y el deber. La narrativa de Keynes llamada “el espíritu de los animales” traslada esa noción metafísica al ámbito de la economía para vincular, ya no el cuerpo con el alma, sino la materialidad de las mercancías con el compromiso y la mínima empatía social necesaria para el intercambio.
Por su parte, el filósofo Giorgio Agamben hace una reflexión sobre las conexiones entre la confianza y el crédito, que utiliza como sinónimo de “fe” (en cuanto creencia), al narrar una anécdota sobre David Flüsser y la búsqueda del significado del término ‘pistis’ (πίστωση), la cual usaba Jesús y los apóstoles en las primeras transcripciones de la Biblia para referirse al concepto de “fe”:
David Flüsser, un gran estudioso de la ciencia de las religiones –pues existe una disciplina de tan extraño nombre– estaba hace poco trabajando en la palabra pistis […] Aquel día, que iba paseando por casualidad por una plaza de Atenas, en un momento dado alzó la vista y vio ante sí escrito con grandes caracteres: Trapeza tes pisteos. Estupefacto por la coincidencia, miró mejor y a los pocos segundos se dio cuenta de que se encontraba simplemente a la puerta de un banco: trapeza tes pisteos significa en griego banco de crédito […].12
En este sentido, todo crédito puede ser entendido como una deuda proyectada hacia el futuro basada en la fe, que a su vez se fortalece en el presente a través de la confianza, moral y éticamente hablando. Sin embargo, bajo el dominio del capital neoliberal toda deuda a partir del crédito financiero es una fe traicionada (donde la confianza ha sido primero cooptada y después degradada) y esta fe no es más que un sustituto artificial de la primera, que ahora sirve para los intereses de una sombría clase que continúa aparentando la funcionalidad de las antiguas estructuras crediticias basadas en la confianza.13
El mismo Robert Nelson abiertamente asegura que la economía es una teología y los economistas una casta sacerdotal destinada a la preservación del status quo, teología que debía ser preservada y potencializada respetando el dogma del progreso económico sin importar nada más. Declara que con sus estudios abre una posibilidad no antes explorada, un campo que ha denominado como teología económica.14
Este teólogo de la economía confirma que existe una postura de teorías radicales de la divinización del campo —que se pretendía secular— de la economía y que ya han arrojado vertientes insípidas de lo que busca proclamarse oficialmente como una religión, apoyando sus creencias en la escuela económica de Chicago15 de la que Friedman fue el máximo exponente.
Si la economía es una versión pálida de las grandes teologías de antaño, qué ocurre con todo el aparato de enseñanza y profesionalización de la misma, Nelson asegura que la economía como profesión “es el sacerdocio de una poderosa religión secular— o con más precisión, un conjunto de religiones seculares, como han sido desarrolladas en las teorías de las principales escuelas de economía de la era moderna.”16
Si la religión capitalista se fundamenta en los rituales cotidianos del culto al trabajo que se ejercen en la bolsa y en los espacios de trabajo, la economía sería su teología, y los empresarios, economistas y agentes financieros, la clase sacerdotal.
Agosto 2019
1. Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 12. Consultado en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
2. Ibid, 11.
3. Ibid.
4. Weber, Max, Ibid., p. 53.
5. Marshall, A., Ibid. p. 18.
6. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 15, Traducción propia.
7. Como asegura el filósofo esloveno Slavoj Žižek: nos es posible pensar la extinción de la raza humana en términos espectaculares de Hollywood, ya sea por aniquilamiento natural o extraterrestre, pero jamás como consecuencia del fin del capitalismo. Esto demuestra que el capitalismo tardío nos ha impuesto una incapacidad de pensar su propia destrucción y lo que resulta más grave es que también con ello se nos ha negado también la posibilidad de imaginar el futuro mismo fuera de su narrativa.
8. Weber, Max, Ibid., p. 44.
9. Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 11. Consultado en línea el 2 de diciembre de 2014 en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
10. Nota (4) en Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 13. Consultado en línea el 2 de diciembre de 2014 en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
11. E incluso “más allá” de la muerte, puesto que bajo ciertos contratos la deuda se hereda. Es el caso de las deudas contraídas por las naciones subdesarrolladas obligadas a “reestructurar” una y otra vez la deuda.
12. Agamben, Giorgio, Se la feroce religione del denaro divora il futuro., in: la Repubblica.it., 16 de febrero de 2012 (Italiano). Agamben, Giorgio and Alvaro Garcia-Ormaechea (Translator). Credit, Faith and Future. in: blogs.publico.qznewz.info. (English). Agamben, Giorgio and Amador Fernandez-Savater (Translator). Crédito, fe y futuro. in: Rebelion. (Español).Consultado en línea el 16 de abril de 2015 en el sitio http://www.egs.edu/faculty/giorgio-agamben/articles/credito-fe-y-futuro/
13. Ahora las compañías “off shore” constituyen una rama exclusivamente dedicada a ocultar los perfiles de la clase financiera.
14. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 18. Traducción propia en colaboración con Irais Esparza.
15. La Escuela de Economía de Chicago es una escuela de pensamiento económico partidaria del libre mercado (aunque dentro de un régimen monetario estricto, definido por el gobierno), que se originó en los departamentos de Economía y en la escuela de negocios Booth de la Universidad de Chicago a mediados del siglo XX. En la metodología, sus estudios suelen estar más basados en el uso de estadística antes que en la teoría. Hasta 2015 cuentan con 12 premios Nobel de Economía.
16. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 20. Traducción propia en colaboración con Irais Esparza Franco.
Imagen cortesía de Daniel Aguilar Ruvalcaba
conexiones con el mito ha accedido el dinero en el curso de la historia,
hasta que pudo apropiarse de tantos elementos míticos [...]
como para constituir el propio mito.1
Walter Benjamin
Culto al dinero
En su breve pero sustancial texto El capitalismo como Religión Benjamin señala que el capitalismo ha adquirido todos los rasgos y la estructura para ser entendido como la religión más insaciable hasta entonces conocida, dado que “el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de los mismos cuidados, tormentos y desasosiegos a los que antaño solían dar una respuesta las llamadas religiones”.2
En el texto se localizan tres rasgos reconocibles de esta estructura religiosa del capitalismo. El primero es el culto, “todo tiene significado sólo de manera inmediata con relación al culto”3, es el ouróboros que no para de fagocitarse.
Si el capitalismo ha tomado tantos elementos míticos al punto de convertirse en el mito propio, se tratará aquí de develar una narrativa, llevar a plena luz sus conexiones con antiguos cultos mitológicos que se perpetran a lo largo de la historia en transformaciones sutiles, pero sobre todo se trata de localizar las estructuras que las posibilitan.
El orden económico y el dinero son la reconstrucción material e inmaterial del antiguo mundo de lo sacro que ha llegado a instaurarse como teología, y como tal, cataloga y posibilita la forma de comportamiento de sus nuevos “templos” –los bancos, las reservas y los mercados financieros-. La ilusión religiosa, consiste en la incansable fe que se deposita en el crecimiento económico y en el progreso, que son los principales dogmas de la religión capitalista.
Capitalismo y religión
Una de las referencias clásicas sobre las implicaciones de la religión en el capitalismo es Max Weber, en particular su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Weber escribe:
“El orden económico capitalista actual es como un cosmos extraordinario en el que el individuo nace y al que, al menos en cuanto individuo, le es dado como un edificio prácticamente irreformable, en el que ha de vivir, y al que impone las normas de su comportamiento económico, en cuanto se halla implicado en la trama de la economía”.4
Anterior a Webber, el economista Alfred Marshall considerado uno de los más influyentes economistas del siglo XIX ya había escrito sobre la conexión profunda entre los conceptos de economía y religión: “Los móviles religiosos son más intensos que los económicos, pero su acción directa rara vez se extiende sobre una parte tan grande de la existencia […]”.5
El planteamiento es correcto: la religión durante siglos había movilizado fuerzas e imaginación humanas, posibilitando lo que podemos llamar una progresiva disolución entre economía y religión, las cuales ya se encontraban entrecruzando sus límites. Marshall no conocía hasta qué punto esa intuición tendría preeminencia y efectos en el desarrollo del capitalismo en el siglo XX y lo que va del nuestro.
El cristianismo, por más de dos mil años, construyó una gran parte de su enseñanza sobre terminología económica utilizando un contexto sociohistórico. Esta larga historia prefiguró lo que Webber denominó “el espíritu del capitalismo”, la serie de elementos axiológicos que en Occidente han determinado la dirección tomada por la economía capitalista. Y esto es relevante comentarlo, dado que la imaginación por medio de las narrativas estructuran y dan sentido a nuestra existencia. A través de lentas modificaciones terminológicas, la nueva teología había encontrado los imaginarios y la narrativa donde desplegar abiertamente sus mandamientos en la vida cotidiana y la persecución del sentido económico, nunca más habrían de estar separadas. En la santidad del trabajo o en la administración metodista de la riqueza, por mencionar dos elementos, interés económico y principio moral coinciden explícita y legítimamente.
El “crecimiento económico” es hasta hoy el tipo de narrativa predilecta de los economistas y políticos. El economista estadounidense Robert H. Nelson asegura que el progreso dirigido por “La eficiencia económica ha sido la mayor fuente de legitimidad social en los Estados Unidos durante el siglo pasado –qué coincidencias encontramos en la realidad nacional, digamos la regiomontana–, y los economistas han sido el sacerdocio que ha defendido este valor social como núcleo de nuestra era”.6
Es posible afirmar que, como la religión más difundida y predominante en la civilización occidental, el cristianismo, ha tenido una enorme influencia en la formación de la economía moderna tal y como la conocemos, en el desarrollo y sofisticación del pensamiento capitalista, es decir en sus entrañas mismas. Es casi imposible imaginar nuestra economía de libre mercado sin el cristianismo, del mismo modo que actualmente nos resulta casi imposible imaginar nuestra realidad en una narrativa distinta al capitalismo.7
A través de su crítica, Weber llamaba a hacer una exhaustiva búsqueda en los ideales del capitalismo moderno, para lo cual no deberíamos “de ir a buscarlo en su (supuesto) amor al mundo más o menos materialista (o , al menos antiascético), sino más bien en sus rasgos puramente religiosos”8. Yendo más allá y estirando la hipótesis webberiana hasta sus límites en relación al capitalismo contemporáneo, podríamos decir que el cristianismo reformado no propició el ascenso del capitalismo en sí, sino que se transformó en el capitalismo mismo, o dicho en otras palabras, que el capitalismo es una religión transformada.
Teología de la Neoliberación
Los economistas no han sido lo bastante honestos como para plantear que la economía figura cada vez más como una teología y el capitalismo neoliberal como una religión, y es de resaltar que contrasta radicalmente con lo que la economía misma proclama ser.
Volviendo a Benjamin, educado en tradición judía, era consciente de la ambivalencia de la palabra culpa, lo cual queda claro al utilizar la palabra alemana schuld para denominar dicho concepto: “El capitalismo es, presumiblemente, el primer caso de un culto que no expía la culpa, sino que la engendra”9. Y observa el traductor que el término utilizado por Benjamin es verschuldend, donde Schuld10 puede traducirse por culpa y deuda, porque en realidad significa ambas cosas. “Cuando en la oración […] se habla de culpa, el sentido de la deuda pecuniaria sigue gravitando en el término Schuld”. De allí la profunda relación que, para Benjamin, existe entre los conceptos pecado/deuda/culpa.
Podemos entender la deuda como un pecado que genera culpa (más deuda) y reclama sacrificio, en una dinámica que va de lo estrictamente económico a la interiorización subjetiva. Aunque en este culto capitalista despiadado el chivo expiatorio es suplido por el tiempo de vida humana. En la trama de la deuda actual, el pago no se salda con un acto, sino que se incrementa y prolonga hasta la muerte.11
De nuevo, el espectacular culto al culto mismo. Hemos revisado la cercanía entre los conceptos de deuda y pecado en Benjamin, y cómo se reafirman estas analogías en su dimensión financiera, puesto que las deudas —entendidas como pecados— en la economía contemporánea son imposibles de pagar, sin embargo ello no impide que se universalicen por medio de impuestos o rescates bancarios y financieros implementados por los Estados.
Los conceptos de crédito y confianza han sido tema de discusión de los economistas más renombrados del siglo XX como Keynes, que incluso retoma nociones metafísicas que vinculan lo natural con lo moral, el hecho y el deber. La narrativa de Keynes llamada “el espíritu de los animales” traslada esa noción metafísica al ámbito de la economía para vincular, ya no el cuerpo con el alma, sino la materialidad de las mercancías con el compromiso y la mínima empatía social necesaria para el intercambio.
Por su parte, el filósofo Giorgio Agamben hace una reflexión sobre las conexiones entre la confianza y el crédito, que utiliza como sinónimo de “fe” (en cuanto creencia), al narrar una anécdota sobre David Flüsser y la búsqueda del significado del término ‘pistis’ (πίστωση), la cual usaba Jesús y los apóstoles en las primeras transcripciones de la Biblia para referirse al concepto de “fe”:
David Flüsser, un gran estudioso de la ciencia de las religiones –pues existe una disciplina de tan extraño nombre– estaba hace poco trabajando en la palabra pistis […] Aquel día, que iba paseando por casualidad por una plaza de Atenas, en un momento dado alzó la vista y vio ante sí escrito con grandes caracteres: Trapeza tes pisteos. Estupefacto por la coincidencia, miró mejor y a los pocos segundos se dio cuenta de que se encontraba simplemente a la puerta de un banco: trapeza tes pisteos significa en griego banco de crédito […].12
En este sentido, todo crédito puede ser entendido como una deuda proyectada hacia el futuro basada en la fe, que a su vez se fortalece en el presente a través de la confianza, moral y éticamente hablando. Sin embargo, bajo el dominio del capital neoliberal toda deuda a partir del crédito financiero es una fe traicionada (donde la confianza ha sido primero cooptada y después degradada) y esta fe no es más que un sustituto artificial de la primera, que ahora sirve para los intereses de una sombría clase que continúa aparentando la funcionalidad de las antiguas estructuras crediticias basadas en la confianza.13
El mismo Robert Nelson abiertamente asegura que la economía es una teología y los economistas una casta sacerdotal destinada a la preservación del status quo, teología que debía ser preservada y potencializada respetando el dogma del progreso económico sin importar nada más. Declara que con sus estudios abre una posibilidad no antes explorada, un campo que ha denominado como teología económica.14
Este teólogo de la economía confirma que existe una postura de teorías radicales de la divinización del campo —que se pretendía secular— de la economía y que ya han arrojado vertientes insípidas de lo que busca proclamarse oficialmente como una religión, apoyando sus creencias en la escuela económica de Chicago15 de la que Friedman fue el máximo exponente.
Si la economía es una versión pálida de las grandes teologías de antaño, qué ocurre con todo el aparato de enseñanza y profesionalización de la misma, Nelson asegura que la economía como profesión “es el sacerdocio de una poderosa religión secular— o con más precisión, un conjunto de religiones seculares, como han sido desarrolladas en las teorías de las principales escuelas de economía de la era moderna.”16
Si la religión capitalista se fundamenta en los rituales cotidianos del culto al trabajo que se ejercen en la bolsa y en los espacios de trabajo, la economía sería su teología, y los empresarios, economistas y agentes financieros, la clase sacerdotal.
Agosto 2019
1. Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 12. Consultado en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
2. Ibid, 11.
3. Ibid.
4. Weber, Max, Ibid., p. 53.
5. Marshall, A., Ibid. p. 18.
6. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 15, Traducción propia.
7. Como asegura el filósofo esloveno Slavoj Žižek: nos es posible pensar la extinción de la raza humana en términos espectaculares de Hollywood, ya sea por aniquilamiento natural o extraterrestre, pero jamás como consecuencia del fin del capitalismo. Esto demuestra que el capitalismo tardío nos ha impuesto una incapacidad de pensar su propia destrucción y lo que resulta más grave es que también con ello se nos ha negado también la posibilidad de imaginar el futuro mismo fuera de su narrativa.
8. Weber, Max, Ibid., p. 44.
9. Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 11. Consultado en línea el 2 de diciembre de 2014 en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
10. Nota (4) en Benjamin, Walter, El capitalismo como Religión, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales UNLP-CPNICET, traducción, notas y comentario de Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis, p. 13. Consultado en línea el 2 de diciembre de 2014 en http://www.redkatatay.org/sitio/talleres/capitalismo_religion_5.pdf
11. E incluso “más allá” de la muerte, puesto que bajo ciertos contratos la deuda se hereda. Es el caso de las deudas contraídas por las naciones subdesarrolladas obligadas a “reestructurar” una y otra vez la deuda.
12. Agamben, Giorgio, Se la feroce religione del denaro divora il futuro., in: la Repubblica.it., 16 de febrero de 2012 (Italiano). Agamben, Giorgio and Alvaro Garcia-Ormaechea (Translator). Credit, Faith and Future. in: blogs.publico.qznewz.info. (English). Agamben, Giorgio and Amador Fernandez-Savater (Translator). Crédito, fe y futuro. in: Rebelion. (Español).Consultado en línea el 16 de abril de 2015 en el sitio http://www.egs.edu/faculty/giorgio-agamben/articles/credito-fe-y-futuro/
13. Ahora las compañías “off shore” constituyen una rama exclusivamente dedicada a ocultar los perfiles de la clase financiera.
14. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 18. Traducción propia en colaboración con Irais Esparza.
15. La Escuela de Economía de Chicago es una escuela de pensamiento económico partidaria del libre mercado (aunque dentro de un régimen monetario estricto, definido por el gobierno), que se originó en los departamentos de Economía y en la escuela de negocios Booth de la Universidad de Chicago a mediados del siglo XX. En la metodología, sus estudios suelen estar más basados en el uso de estadística antes que en la teoría. Hasta 2015 cuentan con 12 premios Nobel de Economía.
16. Nelson H. Robert, Economics as Religion, United States of America, The Pensilvania State University Press, 2001, p. 20. Traducción propia en colaboración con Irais Esparza Franco.
Imagen cortesía de Daniel Aguilar Ruvalcaba